Aida Pérez habla sobre Acapulco como destino y su grandes ofertas
Los pasados días 11 y 12 de septiembre se celebró en Ciudad de México la 5ª edición del Encuentro Iberoamericano de OMDs. Allí, Caribbean News Digital habló con Aida Pérez, directora operativa del Fideicomiso de Acapulco. Hace 9 meses, Aida comenzó a trabajar en este puesto, desde entonces han generado un plan para promocionar Acapulco durante su mandato.
Si por algo se conoce Acapulco, es por su rica gastronomía. “Somos muy afortunados” dice Aida Pérez, pues en la ciudad guerrerense cuentan con varios platillos emblemáticos. Uno de ellos es el pozole, en concreto el pozole verde. Se trata de una sopa mexicana de gran contundencia, elaborada con maíz, caldo de pollo, tomate verde y carne de cerdo o pollo. “En Acapulco se sabe que los jueves son pozoleros” añade Pérez, pues es común en la ciudad que todos los jueves los acapulqueños coman pozole.
Otra de sus “insignias” gastronómicas es el conocido pescado a la talla, un pescado untado con salsa de chile y condimentos, característico por la forma de cocinarlo, abierto en mariposa y sobre las brasas. Un platillo que es protagonista de su propia feria, el Festival del Pescado a la Talla, que se celebrará en Playa Bonfil del 19 al 21 de octubre. Tres días en los que, según cuenta Pérez, se “realizarán concursos” y varias “muestras gastronómicas”.
El año que viene, Acapulco volverá a acaparar todas las miradas con el regreso de la principal feria turística de México, el Tianguis Turístico, a la ciudad. La 48º edición del Tianguis Turístico de México se celebra del 11 al 15 de marzo en Acapulco, y reunirá a toda la industria turística del país. “Estamos muy contentos, pues para nosotros Tianguis es un símbolo” afirma Aida Pérez.
Asimismo, en Acapulco celebran espectáculos para admirar los saltos de los clavadistas de La Quebrada. “Una de las cosas de las que estamos más orgullosos en Acapulco es de los clavadistas de La Quebrada” asegura Pérez. Una función que se celebra en La Quebrada, un acantilado de 45 metros de altitud, que dan a un canal de 7 metros de ancho y 4 de profundidad. Desde 1934, los jóvenes realizan estas clavadas, cuyo riesgo reside en la dificultad para escoger el momento idóneo para saltar cuando la ola rompe en el acantilado y el nivel del mar sube para cubrir las rocas. En general, “un símbolo de Acapulco que nadie se debe de perder”.