Australia debe impulsar medidas urgentes para frenar deterioro de su Gran Barrera de Coral
Australia. El futuro de la Gran Barrera de Coral de esta nación, la más larga y una de las de mayor riqueza biológica del planeta, depende de las últimas decisiones tomadas en la Cumbre de la ONU sobre Cambio Climático, que acaba de celebrarse en Copenhague.
Con respecto al peligro que sufre este ecosistema, y según refiere un reporte de EFE, los ecologistas advierten de que el crecimiento de la Gran Barrera, compuesta por casi 3.000 pequeños arrecifes y más de 900 islas a lo largo de 2.600 kilómetros en el Océano Pacífico, ha descendido un 14 por ciento en los últimos 19 años.
Un estudio del Instituto Australiano de Ciencias Marinas de este año atribuye la caída sin precedentes del crecimiento de la superficie coralina al doble impacto del calentamiento del agua del mar y el aumento de su acidez, por la mayor presencia de dióxido de carbono en la atmósfera.
La salud de la Gran Barrera de Coral empezó a deteriorarse a partir de 1990, cuando se detectó el primer descenso en su crecimiento, de un 0,3 por ciento, y una menor calcificación en los corales.
El grupo Climate Sceptics (Escépticos Climáticos), presidido por el terrateniente australiano Leon Ashby, considera una falacia la idea del cambio climático causado por la acción del hombre, rechaza cualquier forma de impuestos o limitaciones al uso de carbón y se opone a toda política medioambiental que no se fundamente en principios científicos independientes y verificables.
Sus miembros se declaran partidarios de evitar la degradación medioambiental y apuestan por fuentes de energía limpia y eficiente, pero consideran que las medidas gubernamentales propuestas para combatir el cambio climático a través de impuestos y el control de emisiones de gases contaminantes "no harán absolutamente nada" para salvar la Gran Barrera de Coral u otras maravillas de la Naturaleza, añade EFE.
Sin embargo, la mayor parte de los expertos defiende la necesidad de que Australia tenga una ley medioambiental más ambiciosa, en cuanto al control de gases que producen el efecto invernadero, si no quiere perder los 6.500 millones de dólares locales (5.890 millones de dólares o 4.000 millones de euros) que genera cada año el turismo en la Gran Barrera de Coral.
Además del calentamiento del agua, la mayor absorción oceánica del dióxido de carbono de la atmósfera amenaza también la estructura de arrecifes declarada en 1981 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
El proceso por el que el mar atrapa las emisiones de CO2 hace que aumente el nivel de acidez en el agua salada, condición que frena la calcificación de los corales, indispensable para que crezcan los pólipos, los microorganismos que forman el coral.
Cuando el agua es muy ácida, los esqueletos coralinos son más blandos y por tanto más vulnerables al azote de las corrientes y el oleaje.
Por otra parte, el debate sobre cambio climático en Australia y los llamamientos para que se apruebe una nueva ley que regule el comercio de emisiones contaminantes ha provocado una escisión y alternancia en el liderazgo en la oposición conservadora, algunos de cuyos miembros son escépticos de la teoría del calentamiento global.
Las posturas están tan encontradas que algunos analistas vaticinan la convocatoria de elecciones anticipadas si el Gobierno laborista se ve incapaz de sacar adelante en el Legislativo, donde ya ha sido rechazado una vez, su proyecto de ley medioambiental, que deseaba estrenar antes de que arrancara la cita de Copenhague.