Italia intenta controlar crecimiento en precios que pagan vacacionistas para acceder a las playas privadas
Italia. Verano, calor, sol y el mar de color azul, esto es para muchos el sueño italiano. Ese país tiene unos 3.500 kilómetros de playa, por lo que a los visitantes a veces les resulta difícil decidirse por un trozo de costa. Pero las vacaciones se vuelven para muchos menos idílicas cuando hay que pagar para poner un pie en la arena.
El caso es que casi un tercio de las playas está en manos de empresas que exigen un suculento precio por la entrada, una tendencia que el gobierno quiere frenar. Por eso ha ordenado que el acceso al mar y a la zona que va de la línea de costa hasta cinco metros hacia el interior sea gratuito.
Pero las acciones del gobierno no han gustado nada a los propietarios de los llamados "stabilimenti", y algunos amenazan con cerrar sus instalaciones como protesta.
"Contrariamente a casi todos los otros países del mundo, en Italia las playas son cada vez más caras y menos accesibles", según publica el diario romano "La Repubblica". De media, en las playas de pago cuesta la entrada entre 15 y 20 euros (entre 20 y 27 dólares), y muchas veces el precio no incluye ni las hamacas ni las sombrillas, que hay que pagar aparte.
Muchos italianos con casa de vacaciones cerca de la playa hacen también una reserva en un "stabilimento" para toda la temporada. Por una reserva que incluye hamaca, cabina para cambiarse y sombrilla, se pagan entre 1.500 y 3.000 euros (entre 2.000 y 4.000 dólares).
Quien no paga la entrada no tiene derecho a entrar en la playa
Los que no acceden a las exigencias de los empresarios sólo pueden ir a las "playas libres", donde los veraneantes hambrientos de mar y sol deben extender toallas sobre la arena en unas playas estrechas, que muchas veces están situadas entre las de pago. Estas playas están tan abarrotadas que muchas veces se vuelven estresantes.
"El mar es de todos y lo queremos de vuelta", exclama el político de los Verdes Angelo Bonelli. Por eso, su partido ha editado un "Manual para la defensa de los bañistas", en el que los políticos explican a los ciudadanos cuáles son sus derechos con respecto al acceso a las playas.
"El mar es un derecho de todos. Decimos no a un mar que esté entre rejas!" Estos son algunos de los lemas que defiende el libro.
"Luchamos contra normas totalmente arcaicas, para que un bien común, como lo es la playa, deje de estar en las manos de los empresarios", explica Bonelli.
El sindicato de los gerentes de las playas privadas ve de un modo totalmente distinto la situación. Argumenta que sólo en la región de Toscana un 53 por ciento de los ingresos por turismo vienen de los ingresos de las playas privadas.
"Si tenemos unos beneficios mayores que las ciudades artísticas, significa que tiene que ver con el buen servicio que ofrecemos a los clientes", afirma Graziano Gianessi, quien gestiona una playa privada cerca de Versilia. "Pagamos impuestos y costes de administración, quién hará esto cuando las playas de pronto sean de todos?", añade.
Mientras, la asociación de consumidores de Codacons afirma que hay leyes desde hace décadas, que deberían asegurar el libre acceso al mar, "sólo que no son respetadas correctamente". El presidente de la asociación, Carlo Rienzi, intenta ahora suavizar el tema. El propone dar a las playas de libre acceso más espacio y poner caminos especiales por las playas de pago. Por estos caminos, los bañistas que no quieran pagar, podrían llegar al mar sin problemas.
Este verano, los empresarios van a defender sus negocios, pero los bañistas también van a luchar por tumbarse sobre la arena y darse un baño en el mar sin pagar por ello. La batalla por las playas está servida en Italia.