Los desastres y los factores epidemiológicos para la transmisión de enfermedades
El riesgo de enfermedades transmisibles con posterioridad a desastres viene determinado en parte por varios factores adversos, a saber: cambios de la morbilidad preexistente, cambios ecológicos resultantes del desastre, desplazamiento de poblaciones, cambios de la densidad de población, desarticulación de los servicios públicos, entre otros.
En relación con los cambios de la morbilidad preexistente, es importante decir que generalmente no suele haber riesgo de determinada enfermedad cuando el microorganismo que la causa no está presente de antemano. No obstante la falta de información confiable, a veces se ejerce presión política a favor de la adopción de medidas de salud pública contra enfermedades tales como la viruela, el cólera, la fiebre amarilla y otras transmitidas por vectores en zonas geográficas que los especialistas consideran exentas de esos riesgos.
Cabe concebir que en zonas afectadas por desastres el propio personal de socorro introduzca enfermedades transmisibles; por ejemplo, nuevas cepas de gripe, fiebre aftosa y enfermedades transmitidas por vectores, en particular Aedes aegypti. Por otra parte, cuando ese personal no está inmunizado puede ser víctima de enfermedades endémicas contra las que la población local es inmune o resistente.
Los desastres naturales, en particular sequías, inundaciones y huracanes, provocan a menudo cambios ecológicos que agravan o reducen el riesgo de enfermedades transmisibles. Ello es particularmente aplicable a las enfermedades de transmisión vectorial e hídrica.
Por ejemplo, un huracán acompañado de fuertes lluvias en el litoral centroamericano del Caribe puede reducir el número de eclosiones de Anopheles aquasalis, puesto que este vector prefiere el agua salobre de los esteros, y hacer aumentar el de A. albimanus y A. darlingi, que suele proliferar en agua dulce y limpia, incluso de terrenos anegados. Sería difícil pronosticar el efecto neto del huracán en la malaria humana, de la que son vectores ambos tipos de mosquitos.
El desplazamiento de las poblaciones de las zonas afectadas por un desastre puede influir de dos maneras distintas en el riesgo relativo de enfermedades transmisibles. Primero, si la población se traslada a proximidad, las instalaciones y servicios existentes en la comunidad de acogida pueden verse sometidos a grave presión. Segundo, si el reasentamiento se efectúa a cierta distancia, aumenta la probabilidad de que la población desplazada encuentre enfermedades que no existían en su propia comunidad y a las que es susceptible.
Los cambios en la densidad de la población son un factor crítico en la transmisión de enfermedades propagadas por vía respiratoria y contacto personal. Debido a la destrucción de viviendas, los desastres naturales casi siempre contribuyen al aumento de la densidad de población.
Los supervivientes buscarán refugio, alimentos y agua en zonas menos afectadas. Si los daños son menos graves, puede producirse hacinamiento cuando los damnificados van a vivir con otras familias o se congregan en locales públicos, como escuelas e iglesias. Las secuelas mencionadas con mayor frecuencia son enfermedades respiratorias agudas, gripe y diarreas no específicas.
Como consecuencia de un desastre pueden quedar interrumpidos los servicios de electricidad, agua, alcantarillado, etc. Como parte de los efectos en zonas económicamente adelantadas, la desarticulación de los servicios básicos agrava el peligro de enfermedades transmitidas por los alimentos y el agua; la insuficiencia de ésta para higiene personal también facilita la propagación por contacto.
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